Es posible pensar la escuela en coherencia con una concepción de educación como
un sistema abierto, en la medida en que se supone que su estructura y funcionamiento se
realizan en un intercambio permanente con su contexto. Las interacciones permanentes
y sustanciales implican que el afuera no sea algo ajeno o desconectado de ella y de los
procesos que le son propios. Desde esta perspectiva hablar de ambiente educativo escolar es concebir no una sumatoria de partes llamadas sectores, escenarios, actores, sino
propender su funcionamiento sistémico, integrado y abierto.
El papel real transformador del aula está en manos del maestro, de la toma de decisiones y de la apertura y coherencia entre su discurso democrático y sus actuaciones, y de la problematización y reflexión crítica que él realice de su práctica y de su lugar frente a los otros, en tanto representante de la cultura y de la norma.
Se trata de propiciar un ambiente que posibilite la comunicación y el encuentro con
las personas, dar lugar a materiales y actividades que estimulen la curiosidad, la capacidad creadora y el diálogo, y donde se permita la expresión libre de las ideas, intereses,
necesidades y estados de ánimo de todos y sin excepción, en una relación ecológica con
la cultura y la sociedad en general
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